Érase una vez una gamba que vivía en su mundo. Una gamba que jamás pensó crear tanto alboroto en otro mundo que desconocía absolutamente. Y, lo curioso del asunto, es que la gamba y la persona que la filmó, viven en el mismo mundo, en el mismo espacio, en el mismo universo. He ahí que se encontraba una pequeña gamba, camarón (o como quieran llamarla) jugando, no sólo con el cable que guiaba la cámara, sino con las teorías del desarrollo de la vida.
Este pequeño ser, que jugaba a tan sólo dos cientos metros de la superficie de la Antártida, ha demostrado muchas cosas a todos aquellos apologistas y defensores a ultranza del cientificismo.
El cientificismo, dado su carácter empirista, sólo basa sus teorías – o la mayoría de ellas – en hechos y fenómenos que puede palpar, ver o sentir con algunos de los sentidos humanos. Y, no hace mucho, también empezó a utilizar otros sentidos nuevos: las nuevas máquinas avanzadas que le demostraban día tras día al ser humano, su “ceguera” respecto a todo cuanto le rodea. Cada día, empíricamente, los científicos descubren nuevas cosas y, en base a ellas, formalizan teorías de muy distinta índole.
La rama más radical del cientificismo, utilizaba y utiliza estas teorías – entre otras cosas – para negar la existencia de una divinidad, de un dios o de un ser Originador de toda esta existencia. Además, negando una fórmula científica que ellos mismos elaboraron:
“NO PUEDES NEGAR LA EXISTENCIA DE ALGO, MIENTRAS NO PUEDAS DEMOSTRAR SU INEXISTENCIA”.
Y, aquí, una pequeña gamba, que vuelve a truncar y a demostrar lo estúpido que puede ser el ser humano en cuanto a las teorías científicas respecto la existencia o la no existencia de un ser divino y creador. Pues, esta gamba, tal y como indican los propios científicos, ha alterado las teorías sobre el desarrollo de la vida.
Yo, como muchas otras personas nos preguntamos: “¿Cómo puedes negar la existencia de algo, siendo que no puedes demostrar su inexistencia, cuando, hace unos días, se negaba la existencia de todo ser vivo en estas condiciones donde, ahora, se ha encontrado una pequeña gamba vivita y coleando?”.
Tan sólo se puede decir, que una gran parte de la comunidad científica, metió y sigue “metiendo la gamba” en muchos aspectos. No se dan cuenta - o no quieren dársela -, que en cualquier momento, una gamba insignificante (en tamaño), puede salirles por donde menos se lo esperan y destrozarles todas sus teorías dogmáticas con las que nos quieren “convertir” a todos a su nueva fe, infalible y exenta de toda duda. Y a la vez, una criatura de Alá, vuelve a echar por tierra el orgullo de muchos seres humanos.
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