martes, 23 de junio de 2009

POEMA DEDICADO AL CCIV EN EL 15 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN


Entre brisa de Tramontana bella,
y caricias, del Levante, sedosas,
encandila sutilmente una estrella,
exhibiéndose fúlgida y hermosa.

Las flores despiertan buscando su faz
engalanada de rocío y vera.
Y el mar, por ella, extiende lisonjero
su guante dorado de la albufera.


Lanza pulcros raudales de cariño,
como amiga se entrega sin pereza.
Si la tiendes tu mano, la encontrarás
en tiempos de alegría y de tristeza.


Su belleza a veces es empañada,
mas no cesa de emitir su pureza.
No cede en ser justa y noble, siempre,
en la facilidad y en la dureza.


Aquí, surge entre oriente y occidente,
portadora de buena nueva amada,
defensora de un ilustre estandarte
donde ansiosos esperan su arribada.


Ha de librar muchas nobles batallas,
esbozar lienzos de causas sublimes,
y esculpir, cual paladines del arte,
campos de libertad y frutos miles.


¡Avengamos a sus justas razones!
¡Plantad himnos risueños, con azadas
forjadas en yunques de corazones
que arranquen las sombras indeseadas!


¡Oh estrella del cielo valenciano!
¡Oh astro que compites con la luna!
¡No dejes que tu luz se apague en vano!
¡No me abandones cual retoño en cuna!


¡Fuertemente, cógeme de tu mano,
no me dejes caer de tu montura!
Ya que si me rezago en el camino,
la vida sin ti devendrá amargura.



Y aun encontrando otras luces amenas
que emanen igualmente su hermosura,
no hallaré nunca en todo el universo
quien me done luz blanca en hora oscura.


¡Cantar tus glorias es lo que deseo,
alzar tu nombre en lo más alto! Vuelo
cual pájaro herido; sin ti no puedo.
Pues por ti, sólo por ti, vivo y muero.