martes, 8 de diciembre de 2009

ME DUELE EUROPA












Fotos de izquierda a derecha: la Giralda de Sevilla y el cartel del referéndum realizado en Suiza.

Por Vicente Mansur Mota

La cultura, no es un ente intangible que se manifiesta de la nada y surge tal germinación mágica y espontánea. Toda cultura o identidad se ha ido conformado con el paso del tiempo y, además, en dicha configuración ha intervenido innumerables circunstancias sociales y humanas. Por lo tanto, no se puede hablar de la existencia de una cultura pura o una identidad pura, pues simplemente, no existe. Por ello, la cultura o la identidad, como algo humano – pues está producido por el hombre –, no es inmutable, sino que evoluciona inexorablemente con él, con sus avatares históricos y sociales.

Los problemas culturales, como todo en este mundo, no los origina la cultura, sino los seres humanos. Hoy día, en el mundo occidental, se habla mucho sobre la interculturalidad, la interreligiosidad, y otros términos similares, como si de algo nuevo se tratara. Cuando, durante muchos siglos, estos términos, no sólo existían en bocas de otros pueblos y lugares, sino que además, han sido una realidad palpable y un modelo de civismo y convivencia digno de ser alabado y seguido.
Por desgracia, nuestra vieja y querida Europa, cada vez más vieja y cada vez menos querida (palabras de la boca del señor Amigo de Sevilla), ha vivido durante siglos en lo más extremo del mundo conocido, sin más contacto que aquel que tuvo con aquellas culturas colindantes y más próximas a ella geográficamente hablando. Sin embargo, cuando la cultura europea ha entrado en contacto con otras, lo ha hecho desde una posición etnocentrista, de superioridad y de engreimiento. Basta citar las horrendas épocas del imperialismo y el colonialismo europeo, sin citar todo aquello que se ha vivido durante siglos en el mismo centro del continente europeo: guerras de religión, inquisiciones, guerras mundiales, campos de concentración, etc.
Hoy día, Europa, ejerciendo a extremo su papel etnocentrista, piensa que es pionera y modelo a seguir en muchos aspectos. Esta premisa, es cierta hasta cierto punto. Sin embargo, en materia de interculturalidad, convivencia y respeto a otras culturas, Europa todavía tiene mucho que aprender. Pues, una cosa es lo que puedan recoger sus leyes y, otra bien distinta, lo que al pueblo europeo aun le falta por aprender y recorrer. Europa se enfrenta a un fenómeno que, hasta hace muy poco – temporalmente hablando –, no había experimentado en “sus propias carnes”: el convivir en su propio territorio con otras culturas diferentes a la suya.

Como europeos, siempre se nos ha enseñado lo importante y lo enriquecedor que es el conocer otras culturas y convivir con ellas. Nosotros, como españoles – aunque no seamos muchos por desgracia –, somos sabedores de la riqueza de nuestra cultura, dada la gran cantidad y diversidad de pueblos que han vivido en ella y lo mejor que han dejado de sí mismos. Para empezar, nos falta ser agradecidos – si somos bien nacidos. Pues Europa, cuando proclama con orgullo que las bases de su cultura son greco-romanas, olvida que aquellos quienes salvaron las fuentes bibliográficas más importantes de la antigüedad fueron los musulmanes. No sólo las salvaron de la destrucción y quema promovida por la iglesia católica, sino que además, las estudiaron y aportaron nuevas teorías, análisis y estudios a estas obras y, finalmente, gracias al pueblo de al-Andalus llegaron a otros países europeos, pues, no hay que olvidar, que España también es Europa.
Sin embargo, por diversos acontecimientos políticos actuales, ahora resulta que aquellas culturas que han contribuido – no sólo en el papel del devenir de la Humanidad durante muchos siglos – sino en la conformación de nuestra propia identidad, resulta que son perjudiciales y peligrosas incluso para la propia convivencia y la estabilidad de las sociedades “avanzadas”. Ahora, con desfachatez, se nos quiere presentar a toda una cultura y una religión como dañinas y sádicas para todo aquello que signifique prosperidad, estabilidad y respeto.

Hace ya unos años que se ha venido certificando por instituciones europeas, el famoso fenómeno social conocido como “la islamofobia”. Esta nueva enfermedad social, ha llevado a mucha gente – de todo tipo social – a llevar a cabo actividades y hechos para estigmatizar, denigrar y malsinar una cultura y una religión: el Islam.
Entre las campañas más recientes que han realizado en Europa, nos hemos encontrado con la última “ocurrencia” – pero bien premeditada – en Suiza, del hecho de prohibir la edificación de minaretes en Suiza.

Ahora, este partido de Suiza, el SVP-UDC – el partido popular suizo –, toma como excusa los minaretes de las mezquitas que, por otro lado, únicamente hay cuatro en todo el país. Miembros de la iniciativa adujeron que: “la construcción de minaretes no está protegida por la libertad de religión, ya que éstos no tienen relevancia religiosa”. Pero, daos cuenta, que estas mismas palabras son incongruentes, pues, ¿para qué inician un referéndum para prohibir la construcción de minaretes, sino es para evitar todo elemento religioso”. Cierto que los alminares como tal, no son relevantes, pero forman parte de la idiosincrasia del culto y la cultura musulmana. Si no, que pregunten al papa de Roma por la que montaron cuando la cúpula de la mezquita de Roma iba a ser más alta que la cúpula del Vaticano… montaron un follón de demonios. Hasta que al final, los musulmanes se vieron obligados a reducir la altura de su mezquita en Roma. Es más. Hay gente que dentro del partido popular suizo que afirma que los minaretes: “son un signo de dominación política y expansión del Islam en tierras suizas”. Eso es. Tienen miedo al “lobo feroz” y, segundo, se meten con una pobre elevación de cemente o piedra de representar los oscuros deseos de una religión – el Islam – de extenderse por toda Europa y, consecuentemente, “dominar” todo el viejo continente. Y yo me preguntó: ¿Y cuánto de signo de dominación tienen los “McDonalds”, las “Coca-Colas”, y similares? Seguro que si Suiza tuviera grandes relaciones con el mundo árabo-musulmán, no lo habrían hecho por miedo a perder beneficios económicos.

Pero el asunto es más profundo que el mero hecho de un simple minarete. Esta iniciativa, no trata únicamente el deseo a ultranza de borrar y hacer desaparecer todo elemento visual o sonoro que represente al Islam, sino borrar al mismo Islam del mapa europeo. Porque ¿cuáles son los motivos que pueden llevar a un político o a un gobierno el prohibir un elemento de la mezquita?
Salvando las distantitas, este referéndum responde a las mismas ansias que en su día tuvo el estado francés hace unos años, cuando se sacó de la chistera la famosa ley de prohibir toda manifestación de símbolos religiosos en las escuelas públicas. ¿Qué es lo que se hizo? Primero, se empezó a acribillar a diestro y siniestro a la opinión pública, que el “hiÿâb” o mal llamado velo islámico era un símbolo religioso. Más tarde, tras dicha campaña de acoso y derribo, se sacó la ya conocida ley. Así y, “con la ley en la mano”, se aseguraron el poder despejar del panorama público educativo ese símbolo que tanto molestaba a los ojos de algunos, siendo que en Europa, las monjas lo habían llevado durante siglos y no pasaba nada. Claro está, el pañuelo cambia de significado y de simbolismo, tal ente mágico, según la cabeza de la mujer que lo lleve puesto. Esta prohibición del “velo islámico” en las escuelas públicas no tuvo más fin, que el hacer desaparecer igualmente – hasta donde le era posible al estado “laicista”, el hacer desaparecer del ámbito del que tiene control, todo elemento referente al Islam. Pero, por desgracia, a sabiendas o no, detrás de todo símbolo hay una persona, un ser humano… unos sentimientos.

Ahora hablemos de sentimientos y de símbolos. Meditemos en lo siguiente. Los sevillanos se enorgullecen de su Torre del Oro y de su Giralda, símbolos de toda una ciudad y todo un pueblo. Pero hay quien olvida o intenta hacer olvidar, que estos símbolos de la cultura andaluza fueron erigidos por la cultura que hoy es calificada de retrógrada y fundamentalista: el Islam.
Aprovecho la ocasión para hablar del tema de la mezquita que todavía no ha sido construido en Sevilla. Lo que estaría bien es, que ya que no permiten erigir una mezquita digna para los musulmanes – en un inmenso alarde de misericordia cristiana –, sería consecuente que votaran a favor de una enmienda para derribar la “torre del oro” o la “Giralda”, pues son signos que reviven la dominación islámica de la península ibérica. ¿Acaso piensa esta gente que aquellos que erigieron los dos símbolos por antonomasia de Sevilla, son diferentes a los de hoy? O también, podría pedírsele a la Junta de Andalucía que dejara de utilizar para sus videos de propaganda turística de Andalucía, la mitad de su documentación visual: la Alhambra de Granada, la mezquita de Córdoba, los reales alcázares de Sevilla, la Giralda, la Torre del Oro, etc.

En fin de cuentas – y retomando nuestras palabras – se acaba estigmatizando y criminalizando a toda una cultura, pues desgraciadamente, son casi excepcionales los momentos en que ciertas tendencias, ideas o actos vandálicos se achacan a una persona o grupo de personas, sino que, en un acto de sublime de ignorancia ó demonización (o ambos elementos al unísono), se achacan todos los males a un mensaje y una religión: el Islam. Lo que nos ha demostrado este referéndum, no es el gusto o disgusto que los suizos tienen por los minaretes, sino cuán de xenófoba e islamofóbica es la sociedad suiza. No digo si es mucho ó es poco… que hablen los números.

Pienso, que aunque sea únicamente por el turismo y por la estimulación de empleo, los propios estados deberían fomentar la construcción de mezquitas con estupendos y magníficos minaretes, pues puede que en un futuro – quién sabe – Suiza necesite de nuevas Sevillas, Córdobas, Granadas y, así, asegurar el empleo futuro de su sociedad y, a la vez, forjar nuevas identidades culturales. Pues por desgracia, existen en nuestra vieja y querida Europa ciertos aspectos culturales que ya están desfasados y apestan insoportablemente. Y, en definitiva, que aquello que Europa proclama a los cuatro vientos en materia de interculturalidad, respeto y derechos humanos, deje de ser buenas palabras y se conviertan en hechos tangibles.

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1 comentario:

  1. ilham_kamal2007@yahoo.es9 de diciembre de 2009, 15:22

    Sin ninguna duda Mansur Mota es uno de Los Hombres más sabios he inteligentes de la vieja Europa,siempre supe que tu sabiduría inteligencia,y saber estar y hacer harian de está nuestra sociedad algo mejor.Personas como tu son las que pueden cambiar este mundo tan confuso con sus ideales.Los Europeos tinen que saber además que La Giralda es "la hermana pequeña" o gemela de La Koutoubia,La Gran Mezuita de Marrakch costruida por el mismo arqitecto.Te agradecemos que sigas en está línea de publicaciones y en especial me gusta que seas así de crìtico con los que qieren ignorar la realidad histórica. WALEIKUM SALAM. Sheij Masur gran Maestro !!! (Kamal Pazos)

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